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¿Por qué me matan las llamadas telefónicas?

En tiempos en los que solamente un ridículo 2% de la gente entre 18 y 39 años no tiene celular y el otro 97% se pasa el día mirando la pantalla de su smartphone, existe también un rarísimo 1% en el que los outsiders, entre los que me incluyo, tienen la gran duda de cómo seguir gestionando esa arma de control masivo. 

Para resumir: si cada vez que recibes llamadas telefónicas y que tu ringtone suena, entras en pánico, eres de los míos y este artículo TE INTERESA. Ya sabemos que el mal ajeno, cuando es compartido, pues como que sienta bien.

La peli Saw no consigue disparar nuestros niveles de adrenalina, es el ring ring del maldito teléfono el que enloquece la hormona del miedo. En mi caso concreto, aunque soy de las pocas personas educadas que tiene silenciadas las notificaciones de Whatsapp y demás apps para no dejar que interrumpan constantemente mis cosas y, de paso, las de los demás; sí mantengo el tono de llamadas, por si hay algo verdaderamente urgente y alguien necesita llamarme y comentármelo.

Y es que, francamente, no sé en qué momento se estableció la “obligación” de estar 24 horas disponible, pero creo que desde los 90’s aproximadamente. Es decir, llevo más de una década estando disponible para los demás y esa es básicamente la fuente de mi psicosis telefónica. Estuve disponible 24/7 cuando tenía 15 años y me sentía lo mejor con mi Moto Razr rosa y sigo disponible ahora con un iPhone X pero indiferente.

Mi vida, celular en mano

 

A través de una llamada telefónica he dicho las mayores estupideces de mi vida y he oído a otros regarla más veces de las que puedo contar. ¿Por qué? Simplemente porque el teléfono elimina las pocas barreras que la cordura y el sentido común se encargan de imponer en situaciones cotidianas. Te permite hacer cosas que frente a frente pensarías dos veces, por ejemplo gritar o confesar tu desamor. En un cara a cara los chicharrones no truenan tanto... en vivo y en directo todos somos un poco más cobardes. A mí por teléfono, me han dado muy malas noticias, me han intentado vender un  sin fin de productos y también me han roto el corazón.

Por eso no llamo más que a mi madre, a mis novios y a mi dentista. Al resto de los humanos  los contacto por mensaje o email. Además, escribir está cool  y es una costumbre en peligro de extinción ¡Tomen nota! No me llamen, malditos. Y de paso, silencien sus notificaciones, ¡parfavar!

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